Diario de viaje #1

Los que me conocen, saben que yo por las buenas bien, pero por las malas, soy muy malo, jejeje. No, en serio, menuda frase de mierda, «yo por las buenas bien, por las malas, soy malo», menuda puta mierda, joder, ¿quién es bueno por las malas? ¿Jesucristo? «Te han robado la bicicleta, mira, ese tipo, está ahí, dile algo», «no, que por las malas soy bueno, ¡un saludo chaval!». Joder, «por las buenas bien», menudo crack, ¿no?, máquina, figura, pirámide. En fin, que me pierdo, los que me conocen, saben que yo soy muy amigo de mis amigos, y mejorpppfff vale ya ya, para ya joder, y céntrate.

Voy.

Los que me conocen, saben que soy de los que disfruta viajando. Mi droga preferida viene algunas veces en papelina, llena de códigos de barras y en inglés, con un destino escrito en ella; y otras veces en cartón, si el cacharro en el que me subo no es un pájaro gigante de metal, si no que es un maravilloso tren, en el que se viaja mucho más despacio y se disfruta mucho más.  Para mí un viaje no merece la pena si, al menos, una experiencia de las que he hecho durante el mismo, son de esas que nunca le contarías a tu madre.

Así que me voy a soltar, y voy a ir desgranando algún que otro diario de viaje por aquí. Os regalo, de momento, el primero.

DÍA 1

Fijada nuestra ruta, emprendemos la marcha. Realizamos el primer tramo Buenos Aires – Laboulaye. A pie. No hay límites cuando de viajar se trata.

Guardamos nuestras provisiones en enjutas mochilas. Un señor mayor nos hace de guía los últimos 33 kilómetros. Ayer no lo conocíamos, hoy es uno de nuestros mejores amigos. Puede que mañana haya muerto, y con él, nuestra primera experiencia. O no.
DÍA 2
No queda agua en nuestras cantimploras, así que improvisamos un sistema para potabilizar el agua de la lluvia. Hemos utilizado escroto de buey para tal fin. El buey, riquísimo por cierto, se llamaba Libertad. La primera noche la pasamos durmiendo con unos nativos bastante cariñosos, los cuales insistieron en enseñarnos un ritual sorprendente, el Sopl’anuk’has. Esta noche, las estrellas nos abrigarán. Avanzamos tras el descanso usando como brújula el canto de las jirafas.
DÍA 3
Desayunamos en un comercio de nativos de la provincia de Santa Fe, un starnosequé. El chamán nos ha ofrecido un frapuchino a base de raíces y líquidos ancestrales. Entramos en contacto con la naturaleza en un baño de una estación de servicio, imposible no sentir espíritus que hace lustros habitan en estas tierras, sobre todo tras abrir la tapa de la letrina. Vamos bien sueltos al baño tras el ritual de ayer.
Un niño nos ofreció una sonrisa que nos sirvió de alimento para la caminata del día, llegaríamos a San Fernando del Valle de Catamarta al anochecer. Nuestras fuerzas van menguando, nuestro pan élfico también. Nuestra alma crece a la misma velocidad que decrecen nuestras provisiones de porros. Mierda.
DÍA 4
Cambiamos un par de alfajores y un chaval, que conocimos en nuestra ruta a camello, por un Jeep 4×4. Vamos por el desierto siendo los putos amos. Nos arrepentimos a las 3 horas (en realidad, nos quedamos sin gasolina) y andamos hacia el norte. No importa el cómo, importa el con quién. Contigo yo me siento el rey del mundo, desde el momento en que dijiste que me quieres solamente a mí. Que el destino nos alcance. 
DÍA 5
Al alba, unos gallos nos hacen de despertador. Los smarphones no tienen cabida en la pequeña localidad de Villaverde del Cabriel. Tampoco los ordenadores. Estamos escribiendo esto en un telegrama que envían desde una granja a los servidores de WordPress. Algún día llegará, nos han prometido.
Huele a azufre y a terciopelo. Unos ancianos locales nos han revelado el secreto de la vida mientras jugábamos con ellos al ajedrez. En el camino veremos llamas y mapaches. Viajar nos alimenta. Orgullosos nos colocamos nuestras mochilas y arrancamos. No hay descanso. Al anochecer dormiremos en el primer montículo de vegetación que parezca acogedor.
DÍA 6
Hoy hemos conocido a un tal Manu Chao mientras chupábamos musgos para desayunar. Menudo fantasma. Miramos con añoranza nuestros tuppers vacíos, un mapache se ha comido nuestra última ración de tortilla.
Nos terminamos de merendar al mapache en comunión con la naturaleza, y nos bañamos en un manantial cercano. Comenzamos a seguir los pasos del Che Guevara en Bolivia. Él llevaba un rifle, nosotros bolígrafos y cámaras de fotos, aunque mi padre dice que una buena ostia tampoco me habría venido mal.
DÍA 7
Llegamos a la región perdida de MachuPichu. No hay rastro de vida humana en 174 km a la redonda. Añoro a Pamela y sus mamellas. El mal de altura no es tan grave como el dolor que me dejó en el corazón. No necesito alas para volar, prefiero tereré. Cruzaré llorando el jardín, y con tus recuerdos partiré, lejos de aquí. De día viviré pensando en tu sonrisa, de noche las estrellas me acompañarán, serás como una luz que alumbra en mi destino, me voy pero te juro que mañana volveré. Un picotazo de mosquito me devuelve a la realidad.

 

DÍA 8

Empacamos lo poco que nos queda tras el robo de anoche y emprendemos la marcha de vuelta. El desayuno estaba cojonudo, leche de abeja, miel de oveja, tuétano tostado y un pétalo de árbol. 

DÍA 9

La diarrea del viajero no es un rumor, existe, y la sentimos en nuestras carnes, afortunadamente, nos quedan 100 km para llegar a Buenos Aires.

DÍA 10

Me cago en la puta leche de abeja. Que diarrea, copón. Nos quedan 200km a Buenos Aires, ¿qué hemos hecho? ¿dónde estamos? Ojalá tuviéramos el mapache aquel, que bueno estaba, chorra. Cazamos una rata y nos la calentamos.  Veo unas bayas muy apetecibles y me las como, como si esto fuera el «Don’t starve»… Echo de menos mi ordenador y el Steam. Qué buenas las bayas, quiero más. Me como todas. Mi amigo dice que las deje, a ver si te voy a dejar a ti, payaso. Salgo corriendo con más bayas, se me caen los calzoncillos por el camino, me da igual, no saben a bayas.

DÍA 11

Empiezo a ver cosas raras. No, las cosas raras empiezan a verme a mí. Qué colores tan bonitos hay por aquí. Pierdo a mi compañía de viaje, pero me encuentro al señor del día 1, ¿es muy guapo, o es cosa mía? ¿será efecto de las bayas? Tiene buen culo, me está metiendo mano, un segundo, ¿qué es todo esto?

DÍA 12

… (Ligeros aspavientos)… (tos)…(lloros y lamentos)…(más diarrea)…

DÍA 13

…(diarrea)…(hambre)…

No tengo ni idea de dónde estoy, pero creo que la policía acaba de entrar por la puerta y se llevan al amable señor esposado, ya no me parece nada guapo. Me ponen una manta encima como la que le ponen a Bruce Willis al final de Jungla de Cristal (se pueden hacer ya spoilers de esa peli, ¿no?, va, que es muy vieja).

DÍA 14

Salgo del hospital y me voy de birras con los amigos.

-¿Qué tal el viaje? ¿Has follao?

-Meh.

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